14 oct 2007

UNA COPA DE ANIS




Una copa de anís, y una de menta
ambas sin terminar, medio vacías,
esparcen sus aromas por la sala,
que el frío del crepúsculo hace tibia.

Una silla, una mesa, y el silencio
son testigos que esquivan la mirada,
de un amor y una pena en desespero
que agotaron sus días de batalla,

de una mujer y un hombre que encarnaron
del amor y del odio los espectros;
cara y sello, monedas desiguales,
y aún así soldadas por el centro.

Canales de pasión que un día cantaban,
y a golpe de egoísmo y de quebranto
cegados están hoy hechos marisma,
en podre de miseria y desengaño;

su pentagrama en gris clave de polvo,
dejó un sollozo que se fue alejando
de unos brazos de ayer que no acarician,
enarbolando acusadoras manos.

De la vecina noche en los suburbios
reposa muerto el vértice amoroso
difunta flor, ya signo de cuaresma,
que compraba esperanza por sus ojos.

El incierto horizonte apenas brilla
en las últimas lágrimas de ocaso,
y el mudo surtidor de la palmera
interroga a las luces desde lo alto;

del marco en la ventana estremecida,
evaporando el llanto de las horas
velan el alma de un hogar deshecho,
desde la oscuridad, solo las copas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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